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Chávez lumbre de las mayorías


La dimensión, la importancia de Chávez, es haber comprendido con meridiana claridad lo que estaba ocurriendo y determinar lo que iba ser y consagrarse a planificar, a modelar, a trabajar, por demostrar que el mundo social no era inmutable, que podía ser cambiado, nos enseñó a ser pueblo con determinación, a saber que existíamos.

Haber vivido su tiempo histórico con la entereza con la que vivió, haber tenido un íntimo ético, que le permitió sortear en el nido de víboras y alacranes, todas las traiciones, todos los halagos, haber superado todos los códigos de la política burguesa, usándolos a conveniencia de la causa a la que se le consagró con lealtad, y por la que entregó la vida. Eso es profundamente admirable, respetable en la conducta de ese individuo, de todos los individuos que han estado participando, unos muertos, otros siguen vivos y en la jugada.

Darle dimensiones religiosas al individuo nos llevaría como pueblo a equivocarnos, a seguir manteniendo la continuidad religiosa del pensamiento mágico e ideológico en la política y si algo nos enseñó Chávez, no sólo con su verbo encendido, sino con su ejemplo, fue a saber de nuestra existencia como fuerza, que tenemos que convertirnos en conocimiento y mal podemos hacerlo si asesinamos a Chávez como guía vivo.

Tal vez todas sus enseñanzas no se cumplan en este momento, pero en la medida en que se desarrollan los hechos que harán la historia, en esa misma medida, aparecerá nuestra dimensión como pueblo, y entonces comprenderemos la dimensión de Hugo Chávez.

El peligro de convertirlo hoy, en un héroe de estatua, es que los conceptos burgueses anidados en nuestros cerebros, lo pueden volver en una figura muerta, en un cuadro de escuela, y no en el tipo vivo de Sabaneta, que cada día sea guía, sea faro, sea lumbre grande, de las mayorías.

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